Congresso Internacional da I.Y.T.A. daEspanha
Novembro de 2005.
MESA REDONDA
LECTURA OCCIDENTAL DEL YOGA CLÁSSICO
EL ADHIKARABHEDA: EL PRINCIPIO DE LA PLURALlDAD DEL YOGA
“Cuando tu mente haya superado Ia confusión del error, Ias tramas de Ia iIusión, no te inquietarás con los cuidados y cuestiones ai respecto de Ias doctrinas, ni con Ias disputas sobre los ritos, ceremoniales y otros adornos dispensables de Ia vestimenta de Ia idea espiritual”
(Bhagavad Gita, capitulo 2, verso 52)
La transposición a Occidente le trajo al Yoga una serie de nuevos encuadres, entre ellos Ia transformación gradual del Yoga en una industria, el neo-Yoga, que acabó arañando uno de los pilares fundamentales de este enorme acervo de sistemas Filosóficos: su pluralidad. Los motivos de esta pérdida significativa residen en el antagonismo de concepciones entre el Oriente y el Occidente. Entre los occidentales que difunden el Yoga, muchos están inclinados, posiblemente por Ia falta de un gurú espiritual, a orientarse por los consagrados gurús de administración, marketing y negocios. En este vacfo por Ia ausencia de un preceptor que remonte a un IInaje de tradición (paramparai), los neo-yoguis recurren a seudo gurús, más accesibles, encontrados en Ias mejores librerias del ramo, en Ia mayoria de los casos ya traducidos a Ia lengua natal, y que proponen un tipo de realización más tangible, Ia pecuniaria, en detrimento de Ia inmaterial liberación espiritual.
EI Yoga, tradicionalmente visto con un elemento de moksha (Iiberación espiritual) en Ia sociedad oriental, pasa a ser reorientado hacia Ia categoria de artha (gratificación) y en muchos casos de kama (satisfacción sensual) en su occidentalización. EI neo-yogui, no tiene Atman, Adinatha, Ishwara, Purusha o cualquier otro principio. Ellos se vuelven obsoletos. La meta del neo-yogui es unirse al mercado, a sus dictámenes y caprichos, aquellos que nunca fueron Ia preocupación de los shastras clásicos. EI Yoga industrial, al contrario del tradicional, abandona el dominio del cuerpo de Ia psique y de Ia mente, para concentrarse en el control externo, observando tendencias de opinión, moda y valores de hoy, usando Ias herramientas habituales del marketing, y de los medios de comunicación para asegurar su parte en el mercado. EI control del cuerpo pasa a tener como objetivo ser el envoltorio, del neo-sadhaka (neo-practicante), su presentación personal en Ia sociedad, y Ia mente pasa a ser enfocada en Ia realización de los deseos engendrados por Ias fluctuaciones de su psiquismo. En suma, el Yoga industrial es Ia antitesis del Yoga tradicional, que preconiza el abandono de Ias fluctuaciones mentales y de los impulsos egocéntricos del psiquismo, en Ia disciplina de Ia reintegración del individuo con el universo. Sin embargo el gran peligro que viene del neo-Yoga no es su inversión de valores en relación al Yoga tradicional, sino Ia introducción de actitudes extrañas a éste, como Ia competición y Ia competencia.
La base de un proceso de industrialización involucra Ia creación de un producto, y el producto ha de ocupar una fracción del mercado (market share). Para afirmarse, el producto necesita una marca, un distintivo que atraiga a los consumidores. Esta marca a su vez, en medio de tantas otras, ha de mostrar sus eventuales ventajas comparativas, y ahí surgen superlativos absurdos con relación al Yoga tradicional: el mejor, el más antiguo, el más completo, el original, el verdadero y otros tantos con los que nos tropezamos en los medios de comunicación. De esta industrialización del Yoga ni siquiera se escapan los indios de origen. EI profesor de Yoga, de origen hindú, Bikram Choudhory desconforme con Ia propiedad literalmente inmaterial del Yoga tradicional, pidió Ia patente de su método, que consiste en practicar asanas y pranayama milenarios, con Ia variante de ejecutarlos dentro de saunas. Si Ias patentes no se aplican a Ias tradiciones otros grupos de neo-yoguis siguen caminos más cuestionables: Ia tentativa, vía proceso legislativo, de garantizar regalías para su pretenso producto. En otras palabras, mojar Ia mano invisible del mercado, que hasta en los fundamentos de Adam Smith deberían ser ecuánimes, para hacer prevalecer su marca.
¿Pero cuál sería el mejor, el más antiguo, el más completo, en fin, el “Verdadero” Yoga?
Según Ia tradición, amparada en Ia doctrina de adhikarabheda, ninguno, o mejor, todos. Y esta no es una respuesta ambigua, ni ambivalente, es una respuesta coherente con Ia visión oriental del mundo que busca armonía en Ia diversidad y ve en Ia pluralidad Ia expresión de Ia totalidad. Este concepto se refiere a Ia diversidad de aptitudes en función, tanto de nuestras diferencias orgánicas y fisiológicas como de Ia distinción de nuestros temperamentos y estructura psíquica.
De acuerdo con Ia ortodoxia hindú, Ia pluralidad está arraigada en Ia propia diversidad humana en el propio adhikarabheda (diferencia en Ia aptitud y competencia), y por esta razón Ia cuestión de “superioridad” u “originalidad” de un determinado dharma sobre otro es infundada, ya que Ias disciplinas espirituales para que sean eficaces tienen que tomar en cuenta Ias tendencias innatas de Ias personas.
“EI Shiva Samhita” (aproximadamente siglo XVII) clasifica los temperamentos en cuatro tipos de Yoga, a saber: suave, moderado, ardiente y muy ardiente.
Los aspirantes “suaves”, que son aquellas personas olvidadizas, quisquillosas, que encuentran fallos en sus profesores, avaros, glotones, impotentemente apegados a Ia esposa (o), inconstantes, tímidos, enfermos, dependientes, crueles; deben ser preparados con el mantra Yoga.
Los lIamados aspirantes “moderados” son Ias personas de mente liberal, misericordiosos, ansiosos de virtud, de habla dulce, que nunca van a los extremos en cualquier tarea, personas medianas que deben ser iniciadas en Ia práctica de laya Yoga.
Los aspirantes de temperamento “ardiente” son aquellos que tienen Ia mente estable, conocedores de laya Yoga, independientes, lIenos de energía, magnánimos, lIenos de empatra, que perdonan, son honestos, con coraje, lIenos de fe, adoradores a los pies del lotus del gurú, y siempre empeñados en Ia practica de Yoga, deben tener el entrenamiento en hatha Yoga.
Los aspirantes “muy ardientes” son aquellos con mayor cantidad de energia, emprendedores, empeñosos, heroicos, conocedores de los shastras, perseverantes, Iibres del efecto de Ias emociones ciegas, no se confunden fácilmente, están en el inicio de su juventud, moderan sus dietas, soberanos de sus sentidos, limpios, hábiles, caritativos, ayudan a los otros, competentes, firmes, con talento, contentos, que perdonan, agradables, religiosos, que mantienen sus esfuerzos secretos, de habla dulce, pacíficos, que tienen fe en Ias escrituras, son adoradores de Dios y del gurú, adversos al desperdicio de sus horas en Ia sociedad, libres de enfermedadel graves, y que practican todos los tipos de Yoga. Estos se clasifican inmediatamente para el raja-Yoga.
Las diferencias entre los individuos no se restringen al plano físico y orgánico en Ia visión oriental. Se reflejan en Ia dimensión metafísica. En un célebre debate sobre que ocurre cuando se desbloquean los meridianos tras intensa meditación, el sabio taoísta Nan Huaijin contesta Ia descripción del proceso hecha por su colega Jiang Weiqiao, diciendo que por causa de Ia enfermedad de los pulmones que éste tenía, el trayecto de desbloqueo no podría ser generalizado para otros aspirantes, siendo por lo tanto una experiencia particularizada del gran maestro. Jiang Weiqiao concordó con este análisis.
La tradición oriental siempre reconoció cuán es de infundada Ia discusión sobre el plano metafísico justamente por su naturaleza inexpresable, inefable, Ia adopción del adhikarabheda se acentúa particularmente entre los maestros tántricos, ya sean hindúes o budistas, que se dieron cuenta de que diferentes personas se atraen por modelos configurables y ritualistas distintos. EI Mahanirvana Tantra y el Sat-Chakra Nirupana hablan de seis chakras mientras que otros textos hindúes hablan de doce, y el Shivaismo Kashmiriano habla de cinco. En el Budismo tántrico generalmente son cuatro chakras. Las descripciones de los chakras en común también se diferencian entre los textos, como el Sahashara descrito por budistas e hindúes. Pero todos se aproximan por lo que tienen en común, por ejemplo, los tres canales a lo largo de Ia columna y Ia creencia en innumerables técnicas psicofísicas que permiten abrir el canal central a partir de Ia base de Ia columna, y alcanzar un centro en el cerebro en el que se consigue un estado trascendente de percepción y se alcanza el kaivalya, el drama megha samadhi, el sahaja, el samarasa, el pratibha, el turya o cualquier otra denominación que se le dé a esta experiencia inefable.
¿Seria lúcido discutir Ia diferencia entre el kaivalya y el nirvana o shunyashunya? ¿Serian estas experiencias posibles de ser relatadas con nuestros recursos lingüísticos e intelectuales? Y si fueran descriptibles, ¿estarían exentas de nuestras aptitudes perceptivas al punto de ser generalizadas para todos? La anécdota de los dos maestros taoístas nos indica que el mundo subjetivo no tiene un modelo único.
Lo mismo se aplica al aspecto ritualista de práctica ¿Cuál es Ia pronunciación correcta de un mantra? ¿Cómo pueden aquellos con problemas de habla, o privados del acento de un sánscrito impecable (de preferencia arcaico) usar el más fácil de los métodos para alcanzar el moksha? Para escapar a esta discusión estéril, considerando que Ia variedad lingüística y fonética de Ia región donde esta práctica se afirmó es inmensa, así como Ias diferencias entre el sánscrito y el pali, se resolvió con Ia adición de tres maneras además de Ia vaikhari (donde el mantra se pronuncia alto y claramente), Ia upaniashu (donde el mantra se murmura), Ia manasika (donde se repite mentalmente) y Ia likitha (donde el mantra se escribe). Sin embargo no es difícil descubrir quien garantice que Ia salvación sólo viene para aquellos que dominan Ia pronunciación correcta de estos sonidos que con seguridad es Ia que solamente ellos conocen.
EI cuerpo yóguico, como nos recuerda Agehananda Bharati, no fue concebido como una contrapartida al cuerpo fisico, sino como un soporte para ayudar Ia meditación: el cuerpo fisico y yóguico por lo tanto pertenecen a dos planos lógicos distintos. Estas cuestiones sobre doctrinas, y ritos ceremoniales, como refuerza y alerta el Gita, son adornos superfluos del traje de Ia opinión espiritual. Conflictos entre grupos espirituales, religiosos o filosóficos por detalles de esta naturaleza son reflejos de falta de lucidez, en el concepto oriental, oriundos de un fundamentalisimo insano y deletéreo.
EI principio del adhikarabheda le permitió a Ia India construir puentes entre sistemas como el Islam y el Hinduismo, epitomizados en Ia figura del emperador Akbar, que construyó un imperio fundamentado en Ia tolerancia. Y por lo tanto una doctrina civilizadora, en un marco del cual el Yoga, en su pluralidad, fue uno de los artifices. Lo que sostiene este precepto es el sthita prajna (ecuanimidad) uno de los pilares que hace a un hombre “santo” en Ia tradición india, tamaña es Ia dificultad de ejercitar plenamente esta virtud.
Y es que pese a Ia dificultad, es fundamental que el Yoga preserve este principio. Su mero olvido, ya sea por oportunismo comercial o politico tendria trágicas consecuencias para el Yoga, como ya viene teniendo para Ia sociedad india.
Olvidándose de esto, fundamentalistas hindúes masacraron dos mil musulmanes incluyendo mujeres y niños, recientemente en el estado de Gujerat, como también incendiaron una biblioteca en Poona lIena de manuscritos de valor inestimable.
EI adhikarabheda es Ia receta para inmunizar a Ia sociedad contra el sectarismo. Los yoguis deben ser Ios primeros a predicarlo y Ios últimos en no seguirlo.